El ballet en el siglo XX. Importancia histórica de los Ballets Rusos de Serge Diaghilev.

Primer período

Yilian Carus
5 min readFeb 19, 2021
Tomada de Internet

La Rusia imperial de 1904, presagiaba la llegada de la gran revolución para ballet, el empresario Serge Diaghilev tuvo el privilegio de agrupar en torno a su atrevimiento todo lo naciente y diferente que estaba germinando en Europa.

La mezcla de música, pintura, literatura y danza fueron su osa polar junto a sus estrellas: Tamara Karsavina, Vaslav Nijinski, Anna Pavlova, Fokine, todo esto se fundió con la vanguardia del Siglo XX, entre ellos Stravinski, Prokofiev, Ravel, Claude Debussy, Manuel de Falla, artistas plásticos como Pablo Picasso, Joan Gris, Henri Matisse y escritores como Jean Coteau.

Lo mejor de la creación rusa se anexó a él. Esta compañía de ballet era osada en lo artístico e influyente de su tiempo, ayudó al ballet clásico a volverse un arte moderno. Según Serge Lifar, Diaghilev era: “el padre del ballet moderno, el hombre a quien todos aquellos que vinieron después deben algo”.[1]

Entre 1905–1907 Diágilev organiza una serie de exposiciones y conciertos de música rusa, donde incluía a grandes artistas, este sería el inicio para su relación con Francia.

Para 1909 Diágilev funda su Ballet Russe, insisten en revelar a Europa, las múltiples posibilidades de los bailarines rusos con una nueva presentación, elige a Fokine para ser coreógrafo, cargo que ocupó hasta 1914. Las cualidades dramática y poéticas de Fokine se unen a sus producciones en una exacta armonía existente entre los movimientos y la música, esto lo convirtió en el mejor coreógrafo de su tiempo. Sus composiciones más conocidas son: Le Cygne (1904), Les Sylphides y las Danzas Polovtsianas del Príncipe Igor, (ambas de 1908), Scheherazada , El Pájaro de Fuego, Le Carnaval (todas de 1910), Le Spectre de la Rose y Petrouchka (ambas de 1911), Dafne y Cloé (1912) y Le Coq d´Or (1914)

Los gestos y la pantomima de la danza no deben ser del estilo convencional establecido …tampoco el vestuario sería el establecido para el ballet, sino deberá corresponder con el argumento…la música no estará compuesta por valses, polcas, sino que deberá expresar el argumento de ese ballet y principalmente, su contenido emocional”[2].

Enrico Cechetti (1850–1928)

Otra de las figuras predominantes dentro de la compañía fue Enrico Cecchetti (1850–1928), conocedor y velador de las tradiciones clásicas. Prueba suficiente de su excelencia, fue en la considerable formación de las grandes figuras, Anna Pavlova, y Vaslav Nijinsky. Durante sus cincuenta años de vinculación con la escena, fue profesor de danza en el Ballet Imperial Ruso (San Petersburgo y Varsovia), en la escuela de Danza adscripta a la ´´Scala´´ de Milán.

En cuanto a la música en este primer período, hubo muchas obras donde la música sinfónica que utilizó no estaba escrita para ballet, tal es el caso de Scheherazada, de Nikolái Rimski-Kórsakov; Le Carnaval, de Robert Schumann; L’Après-midi d’un Faune, de Claude Debussy; Thamar, de Balakirev. Otras pocas fueron más favorecidas y privilegiadas con la música creada para ellas: El pabellón de Armida (1909), con música de Cherepnin; El pájaro de fuego(1910) y Petrushka, de Ígor Stravinski; Dafnes y Cloe, de Ravel.

No se podría dejar de mencionar en este periodo la figura de Nijinski (1889–1950) un símbolo mayor de la danza de todas las épocas. Su celebridad mundial comienza en este periodo: El festín, Schéhérazade , Las .sílfides Petruska y El espectro de la rosa, así lo confirman. Algunos críticos plantean que fue Petruska el rol preferido de Nijinski.

Todos los elogios que se le tributaron se pueden resumir en la famosa frase de la actriz francesa Sarah Bernhardt, expresada durante una representación de Petruska:-: ¡Tengo miedo porque veo trabajar al mayor actor del mundo!- [3]

El arte de Nijinski tuvo suficiente poder para convencer al público de su época, y de más allá de su tiempo, nos convence que ese salto imposible era posible y necesario en El espectro de la rosa.

En su última creación La siesta de un fauno

“no hay saltos, tan sólo actitudes y gestos. Entre la mímica y la plástica reina un acuerdo absoluto, y todo el cuerpo expresa lo que ha querido expresar el espíritu”.[4]

Afirmaba su concepto de que es preciso bailar como se respira, era singular su poderío y habilidad como partenaire. Estas cualidades técnicas iban acompañadas de su musicalidad. Hombre y nombre que, sin lugar a dudas están en la historia de la danza masculina.

Luego de dos décadas los Ballets Rusos, se disolvieron como compañía tras la muerte de Diaghilev en Venecia, en 1929, pero su rol en la historia ya se había cumplido. Su ideario continúo en el quehacer de sus ex-integrantes que como el propio Fokine, Sergio Lifar, Ninette de Valois, Anton Dolin, Bronislava Nijinska o Georges Balanchine, plantaron su semilla en las cuatro esquinas del mundo. Desde entonces a acá “nada humano le ha sido ajeno al ballet”, ni imposible de ser expresado en su lenguaje.

En 1909 el empresario Diágilev comenzó con un sueño que duró veinte años, pero nos preguntamos ¿Por la influencia de los ballets rusos sobre todas las formas del ballet contemporáneo, por sus bailarines, compositores y coreógrafos, merecen entrar, por el momento, en la época de la danza como ÉPOCA de Diágilev?

[1] Lifar, Serge. La danza. Editorial labor. España .1973

[2] Méndez Martínez, Roberto. El Ballet su mundo Editorial Oriente Santiago de Cuba,2004 pág50

[3] Revista Cuba en el Ballet.2000.No 96.Artículo: Los funerales de Vazlav Nijinski. Cyril Beaumont

[4] Revista Cuba en el Ballet.2000.No 96.Artículo: Los funerales de Vazlav Nijinski. Cyril Beaumont

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Yilian Carus

Lic. Teoría, crítica e investigación en ballet clásico.